El ejército había asumido las
funciones de la antigua policía, y la patrulla del Sargento Sariff había sido enviada a vigilar
las afueras de Qalansiyah. Un turista había
sido atacado cuando hablaba con una joven local, teniendo que refugiarse en una
casa cercana, desde donde habían aviso a las autoridades.
Tras hablar con la pareja, salió
de la casa solo vio a un joven negrito que nervioso, intentaba esconderse. Así dividió
su patrulla en dos. Él avanzó con el cabo, mientras que uno de los soldados rodeaba
la casa.
Pronto aparecieron varios hombres
con el rostro tapado y fuertemente armados con armas automáticas. El cabo corrió
hasta un muro cercano, grito que se detuvieran y dejaran las armas en el fuego.
Los hombres seguían avanzando, disparo sobre uno de ellos que cayó al suelo.
Al otro lado de la casa el
soldado vio como varios hombres avanzaban sobre él y aunque el fuego de su arma
hizo esconderse a uno de ellos el fuego cruzado le hizo retroceder. Lo mismo
hizo el cabo tras recibir fuego desde una posición desconocida decidió volver sobre
sus pasos y protegerse sobre el sólido muro de la casa.
El sargento se arrastró hacia un
muro exterior de la casa, con la intención de ver mejor a los atacantes, los hombres
armados parecía que se habían esfumado, llevándose con ellos al joven negrito.
Cuando todo parecía que había acabado sonó
un ruido tan seco como aterrador, atravesó el campo de batalla, y se cobró
la vida del más joven de los soldados.
Había
sido el bautismo de la patrulla del Sargento Sariff, el pastor de cabras.
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